«Amarillo y negro»
Estoy despierto y noto una soga en mi cuello. Trato de liberarme de este mal, pero una caja de madera me priva de ello. Las posibilidades de que viva son mínimas, he desaprovechado mi momento, ahora solo queda morir poco a poco, un día a la vez.
No, no he muerto, todavía no. Aún tengo que ver al Sol teñir de naranja el paisaje, o escuchar la sangre del mundo corriendo por los ríos, o notar tus ingratos ojos mirando los míos.
¿Acaso vale la pena hacerlo? Me veo como un muerto en vida, un ser carente de mariposas en el estómago. Solamente retraso lo que tarde o temprano ocurrirá; qué más da estar aquí, existen almas que arden más que la mía.
¿Y qué hay de las melodías que tornan mi día amarillo? ¿No existen? El simple cantar mañanero del animal con alas hace que la tinta rojiza que recorre mi cuerpo circule felizmente.
En cierta manera, la rutina me prohibió notarlo.