¿Amor?
Soy una guitarra que, con una pobre sonata, llora por tu ausencia; soy un anciano que ansía la llegada de sus nietos, a los cuales no ha visto en más de un año; soy ese par de amigos que discutieron por una situación estúpida, y que ahora, cuando ven pasar una estrella fugaz, le piden un deseo, ese que llama a la unión. Dime, ¿qué soy?
Soy aquel ser que abandonaste como si de un inocente perro se tratase, o también puedo ser el cúmulo de personas en pobreza extrema, aquellos que le rezan a sus dioses por un día donde abunda el néctar de la vida.
No, yo no soy todo eso: sí he llorado por tu ausencia, sí he pensado en ti todo el año; pero estoy lejos de ser un ermitaño: el papel que tanto deseas para mí.
Ambos tomamos caminos diferentes cuando inició la primavera de hace trescientos sesenta y cinco días: tú ya eras un diamante pulido y codiciado, tú ya eras las últimas gotas de agua dulce en un desierto, y decidiste seguir así, pero no conmigo: decidiste hidratar a alguien más.
Yo nunca fui nada de eso: yo no fui un diamante, sino que una simple roca; yo no era capaz de ayudar a los necesitados, sino que los dañaba. Solo existía algo que nos unía, queríamos hacer florecer la sonrisa del otro.