Mi madre
fSigo acudiendo de tanto en tanto a casa de mi madre un poco para desintoxicarme de tanta saturación erótica. A veces siento que ya no puedo contemplar un minuto más una escena de sexo y me refugio en casa de mi familia.
Allà me pone a trabajar de chacha en casa y me encierra en mi habitación a bordar. Me hacen bien esos retiros, me compongo, me sereno, me renuevo para seguir mi batalla contra mi sexualidad.
Porque esto de no follar ni tocarme nunca es un ensañamiento conmigo misma.
Afortunadamente mi madre me apoya mucho con mi castidad. Es severa y dura conmigo a ese respecto. Siempre está verificando que mi cinturón de castidad esté bien seguro para que no pueda aliviarme a solas. Me abraza y acaricia para consolarme cuando lloro entre sus brazos por no poder follar ni masturbarme.
—¡Necesito un orgasmo, mamá! Aunque sea uno solito —le digo llorando.
—No puedes, hijita —me dice—. Lo tienes prohibido. ¿O quieres romper tu castidad?
—¡No, por supuesto que no!
—Pues entonces resÃgnate, no vas a tener ni un solo orgasmo. Sé que sufres mucho por eso, pero sácate de la cabeza la idea de un clÃmax. Esa delicia no es para ti. Te metiste en esta locura y si quieres que te apoye tienes que aguantar, por más ganas que tengas de que te follen, loquita mÃa querida. ¡Te amo y te admiro!
—Sabes que estoy decidida, mamá.
—Bueno, entonces ¿a qué vienen esas lágrimas?
—¡Es que no es nada fácil!
—Lo imagino. Debes estar sufriendo mucho.
—SÃ, mucho. Pero gracias por apoyarme. No imaginas cómo te lo agradezco. SÃgueme ayudando, te lo suplico, lo necesito mucho. Mantenme bien reprimida.
—¡Por supuesto que te mantendré bien reprimida, hijita! Lo necesitas y lo mereces por tu bravura con esto.
—¡SÃ, por favor!
—Me tienes fascinada por tu perseverancia, por tu valentÃa, hija. No son muchas las chicas capaces de mantenerse puras como te has mantenido tú.
—CuÃdame, te lo suplico. No me dejes caer. Me da miedo flaquear. Mantenme bien sometida por un buen tiempo. Lo necesito mucho.
—Sé que lo necesitas… Por eso te reviso el cinturón, para que no puedas tocarte.
—No lo necesito. Sé que podrÃa aguantarme las ganas de tocarme sin él. Lo llevo por ti, para probarte que no me toco nunca.
—Mi muñequita linda… Brava, valiente, indomable… Llora, hijita, llora, eso te confortará.
—Lo único que me confortarÃa serÃa que un hombre me follara…
—Pero es no puede ser, hija. ¿O sà puede ser?
—¡Por supuesto que no puede ser! Ningún hombre me va a follar jamás.
—¡Mi loquita querida! ¡Qué resuelta eres! No puedo creer que de verdad quieres pasarte la vida sin hombre.
—Nunca, nunca, nunca, mami. Te lo juro. Ni una sola vez en toda mi vida.
—Eres asombrosa, niña. Si fueras inapetente lo entenderÃa, pero siendo tan erótica y apasionada es un misterio que quieras negarte ese respiro tan necesario para toda mujer.
—SÃ, soy muy erótica y muy apasionada. Me hace una falta horrible que un hombre me folle rico… Pero eso no va a pasar nunca, ya estoy plenamente segura de eso.
—Y mirando a otros follar, no sé cómo aguantas tanto.
—Yo tampoco sé de dónde saco tanta voluntad para mantenerme intacta. Pero estoy decidida a que sea para siempre, siempre, siempre. Por eso te pido tu auxilio. Enciérrame por un tiempo. Ya te diré cuándo estaré lista para salir a enfrentar el mundo. Seguiré de chacha aquà en la casa, bordando, tejiendo, esas cosas de solterona. Quiero ser una solterona. Asà me vuelva una solterona envidiosa y amargada. Ya lo soy, me dan rabia las amigas que follan. Pero si ésa es la consecuencia de no tener relaciones sexuales, sea. Estoy dispuesta a lo que sea. A volverme loca incluso. Mantenme encerrada…
—Serás mi prisionera.
—Eso, tu prisionera. Enciérrame bajo llave en mi habitación. Quiero sentir el ruidito de la llave cuando me dejes enjaulada en mi propia habitación. Ese ruidito me da aliento para seguir con esto. Me hace sentir bien reprimida, como quiero y necesito estar para siempre, siempre, siempre.
—Te veo y te oigo y me hace sentir segura de que asà será.
—Nunca, nunca, nunca… Me da escalofrÃo constatar que es verdad que nunca nunca, nunca… Sobre todo con estas ganas histéricas que tengo de follar ahora mismo, ya, ya, ya…
—Bueno, te pongo el cinturón y te acuestas a dormir.
—No podré dormir con estas ganas…
—¿Quieres que me quede contigo?
—No, no, déjame sola con mi ardor sexual, quiero enfrentarlo solita. Quiero enfrentarlo sola. Basta con que me dejes aquà bajo llave. Antes de ponerme el cinturón déjame besarlo…
—Loquita…
—SÃ, soy una loquita. Qué risa. Me siento ridÃcula con esto. Soy una ridÃcula, no sólo soy virgen y casta sino que doy risa. Yo misma me doy risa.
—Y siendo bonita…
—SÃ, sé que soy linda, pero no me importa, estoy resuelta a seguir adelante con mi pureza para toda la vida.
—No te faltarÃan amantes.
—¡Claro que me faltan! No tengo ninguno, qué risa. Bueno, déjame solita para afrontar mi lujuria.
Quien nos oye pensarÃa que la idea de quedarme virgen y casta es de ella y no mÃa.
Dormir con ganas de follar y sin poder follar ni tocarse es una dura prueba.