Soy virgen y morbosa
No sé si para siempre, pero quiero probar, saborear la virginidad. Soy virgen, soy una chiquilla, pero hasta ahora he sido virgen por default, por dejarme ser. ¿Indecisión? Tal vez. ¿Miedo? No. No tengo miedo al sexo, más bien me gusta mucho y sé que lo gozaría muchísimo si me decido a ello. Pero he descubierto que me siento de lo más bien siendo virgen y quiero vivirlo intensamente. A ver qué pasa.
Decidí en estas vacaciones vivir intensamente mi doncellez, mi pureza. ¿Cómo? Lo estoy estudiando… Una manera es contemplarme contemplarme desnuda en el espejo. Me miro y recorro mi cuerpo intacto con mis manos. “Este cuerpo está intacto”, me digo en voz alta y me entra un escalofrío divino, que me estremece. Otro modo es tenderme desnuda en la cama, con las piernas bien abiertas, sintiendo cómo nadie viene a penetrarme. Otro método igualmente delicioso e incluso más divino todavía es forcejear con un chico que me besa y me manosea por todas partes —menos por una… Y luego quedarme así, jadeante y desquiciada, sin hacer nada, sobre todo sin hacerme nada, para prolongar la ansiedad. Y aquí viene una técnica que decidí aplicarme en estas vacaciones: no tocarme. No soy pajera, no me masturbo mucho. Sólo cuando estoy muy ansiosa, para aliviarme. Pero nada del otro mundo ni una manía. Sólo para despejarme y ya. Una vez a la semana o al mes, más nada. Pero nunca he probado no tocarme nunca. Eso es nuevo y ya iré descubriendo si aguanto la pela.
¿Cuándo decidí gozar mi virginidad? Anoche mientras un chico me enloquecía de besos y caricias. Lo venía pensando desde hace meses, pero anoche me resolví. Por las vacaciones. Por ahora. En otra circunstancia me hubiera masturbado al llegar a casa o escondida en un baño, porque la urgencia era como para eso. Pero no, cerré los ojos y me prometí a mí misma no tocarme y no sólo para sentir mi virginidad, sino para prolongar los deseos deliciosos que sentía. Y una voz interior me dijo que hubiera sido una lástima apagar deseos tan bellos e intensos como los de anoche. Decidí llorarlos, pero eso fue ya en mi cama, desnuda entre las sábanas, olorosa a mujer deseosa, que lloré de ganas. Me encanta llorar de ganas, a veces paso noches enteras llorando de ganas. Es maravilloso. No lo hago a menudo pero ahora lo haré con más frecuencia. Por eso amanecí llorando de ganas, sin haber dormido ni un segundo, gozando intensamente mi virginidad.
Así como hay chicas que se entregan para experimentar sensaciones, igualito quiero yo experimentar con mi pureza. Tengo derecho, ¿no? Después de todo es mi virgo y decido qué hago con él.
Y si hay algo que me entusiasma de esto es que ni yo misma sé si será para siempre. Quiero juguetear, probar, divertirme, asustarme con esa posibilidad. ¿Y si es para siempre?, me decía anoche en voz alta, llorando de deseos, aterrada con la posibilidad de que sea para siempre. De que yo misma en un arranque de morbosidad me imponga ser virgen para siempre. Temblé y me sacudí de terror. Pero al mismo tiempo allí desnuda, boca arriba, con las piernas de par en par, me sentí deliciosa, maravillosa, penetrada de alegría.
Mis amigas no me van a ayudar. Más bien viven alentándome a que me deje “me dé el chapuzón”, como ellas dicen. Debe ser maravilloso que la desfloren a una. No me da miedo perder mi virginidad. Más bien lo ansío como loca. Pero antes de eso quiero experimentar sentirme virgen con la posibilidad bien cierta de que sea para toda la vida. No lo he decidido aún, pero por el momento quiero sentir que es para siempre a ver qué se siente.
No soy nada religiosa, las monjas me parecen unas pánfilas y no quiero ser una pánfila. Si me quedo virgen no es para ser pánfila. Quiero salir a bailar, a la playa, a que un chico me vuelva loca de caricias, porque los besuqueos y manoseos me encantan. No sé si puedo vivir sin follar, pero sí se que no puedo vivir sin besos y manoseos. Quiero ser una virgen divertida, jaranera, juerguista. No una virgen aburrida. No, no quiero ser monja. Ésa no es mi ilusión, vivir rezando encerrada en un convento debe ser un fastidio interminable. Eso no es lo mío. Pero sí prescindir totalmente del sexo, tal vez para siempre. Ni tocarme siquiera, si es que logro aguantarme. Anoche me aguanté. Me costó pero me aguanté. Y fue rico estar allí desnuda llorando de ganas y no tocarme. ¡Lo logré! Ahora me toca luchar para aguantarme durante todas las vacaciones sin acariciarme ni una sola vez. Si llego a hacerme la paja se romperá el hechizo. Así que tengo que prepararme para ser firme conmigo misma y negarme una cosa tan sabrosa.
Bajé a desayunar con la familia, ayudé a mi mamá en la cocina, y me sentí maravillosa de andar por ahí ansiosa sin que nadie supiera que ando ansiosa. Mis hermanas mayores, que son unas atorrantas, me felicitaron por mi “éxito” con el chico que me estuvo magreando toda la noche. Rico. Porque fue rico. ¡Riquísimo! Uf. Me sentí maravillosa, volando, halagada, regalada. Y me pregunto entonces ¿cómo será follar? Casi que levité de deseos. ¡Qué sensaciones tan ricas gocé! Pero lo mejor fue desnuda en mi cama, negándome el placer que el cuerpo me reclamaba y suplicaba a gritos. Daba vueltas desesperada en la cama buscando la energía suficiente para negarme ese placer delicioso.
¿Volveré a sentir orgasmos? No lo sé. Eso es lo maravilloso, que no lo sé. La sola pregunta me da escalofríos, porque sé que la respuesta bien pudiera ser no. No tengo idea de si al final de las vacaciones tomaré la decisión de mi vida de quedarme virgen para siempre sin tocarme más nunca siquiera. Ah, porque ser virgen y hacerme la paja es una gilipollez monumental, una majadería sin sentido. Si voy a ser virgen es virgen completa, entera, sin consuelos ni ilusiones tontas.
Finalmente, en la madrugada, loca que soy, ya se habrán dado cuenta, cogí hielo de la nevera y lo eché en mi bañera, donde me metí para tratar de enfriarme. Me alarma que no me sirvió de mucho, no me calmó las ganas, más bien creo que me está comenzando un resfriado. Bueno, por suerte al menos conservo las ganas de echarme un buen polvo, salir a la calle y ofrecerme al primero que pase…
Anoche cogí un espejo para contemplarme la bichita húmeda y el himen intacto. Así está, esperando no sé qué porque a lo mejor decido conservarlo como está. Me da terror llegar a esa decisión. Porque si la tomo quiero que sea una decisión seria, formal, severa, dura, firme, solemne. Si lo hago me hincaré desnuda delante de un espejo, bien deseosa, y juraré delante de mí misma, por mí, que seré castica para siempre. Eso será fenomenal, como para poner una fiesta. No se lo diré a nadie, por supuesto, será una decisión bien íntima. Sólo lo estoy ventilando en este blog anónimo, para intercambiar ideas, morbosamente, ah, porque voy a ser una virgen bien morbosa, por dos meses o por toda la vida. Será una sufridera, pero será una bella sufridera. ¡Es que es tan rico llorar de ganas sin poderse tocar! Anoche lo gocé y lo lloré como una loca revolcándome ansiosa en la cama.
«Los deseos son para llorarlos, no para gozarlos». Me lo decía en voz alta y más ganas me daban de llorar y más deseos me entraban. Me acurruqué en la cama, en el suelo, con la frente pegada al piso, buscando aliento, algo que me ayudara a aguantar la pela de los deseos. Pero nada. Fue una verdadera pela. ¡Y lo que me espera en vacaciones! Porque no sé si me quedaré virgen para toda la vida, pero lo que son estas vacaciones las voy a pasar completicas virgen e intacta. «Limpia de polvo y paja» porque ni polvo ni paja voy a tener, eso es segurito como que me llamo, como loca, morbosa y desquiciada que soy.
Ah, porque estoy segura de que si tomo la decisión de quedarme limpia de polvo y paja para toda la vida sé que me voy a sentir maravillosa, sensacional, elevada, perfecta, superior, jactanciosa, prepotente, insoportable. Seguramente amargada y sufrida. Si me he sentido así esta mañana en la cocina y durante el desayudo, conversando pavadas con la familia, como si no estuviera que trino de deseos. Nadie se dio cuenta de lo que me pasaba. Aguanté incluso las ganas de llorar que tenía. Me puse colirio para disimular los ojos rojos. Anoche mismo compré un colirio cuando el chico me regresaba a casa.
—Es que voy a llorar toda la noche y no quiero que la familia me pregunte pendejadas.
—¿Por qué? —me preguntó.
—Yo me entiendo, no preguntes pendejadas tú también —respondí encantada de ponerme al borde de la evidencia sin caer. Al dejarme en casa le pedí un último beso, que fue torrentoso, divino, que me dejó aturdida.
No soy llorona, pero anoche lo fui. Y estoy segura de que si me quedo virgen voy a necesitar metros cúbicos de colirio, porque voy a llorar toda la vida… Fue tan rico llorar de ganas. Más gozo con un orgasmo, obvio, pero nada como la morbosidad… La morbosidad no me da ningún placer pero me encanta. Rechino de gusto viendo los sitios pornos más desquiciados. Sé que en estas vacaciones el morbo me va a poner loquita, porque la frustración sexual me lo va a exacerbar.
¿Debo consultar esto con un médico? ¿Con un psiquiatra? ¿Estoy loca? No. Sólo si tomo la decisión definitiva y me llego a enfermar por falta de hombre, que según parece puede pasar, según he visto en algunas pobres solterones —ah, porque si me quedo virgen voy a ser una solterona, claro, pero no me importa. Hasta a eso estoy dispuesta si tomo la decisión definitiva. ¿Me enfermo? Bueno, gajes del oficio de virgen. Porque ser doncella será un oficio. A aguantarme mi enfermedad. He leído que la falta de sexo nos pone histéricas, nerviosas, irritables, impacientes, morbosas, resentidas, envidiosas. Que así sea si llega a ser. No me importa, así soy de morbosa.
En fin, si tomo la decisión definitiva aprovecharé para estudiar más de una carrera, cosas difíciles que me tomen tiempo. El tiempo que no voy a pasar follando lo pasaré estudiando y trabajando hasta caer extenuada. Es un buen punto para quedarme virgen. Además, no me enredaré afectivamente con nadie, salvo conmigo misma. Aunque no dejaré de tener momentos con hombres. Eso es demasiado divino para dejarlo, pero con un freno, eso sí, así me llamen reprimida, porque seré una reprimida, claro que sí. ¡Reprimidísima! Tal vez los hombres me evitarán porque me volveré antipática y rencorosa, llorando y cogiendo rabietas por cualquier tontería o por nada. Puede ser hasta divertido…
Voy a salir a pasear, a ventilar estos deseos que me tienen en vilo, taconeando por ahí, con una faldita bien cortica para que me imaginen recién follada, jejé. O ansiosa de que me follen, que será la purita verdad. Estoy loca de que un tío me folle bien follada. Y que los hombres me digan cosas bien cochinas de ésas que me mojan.
No tengo miedo al sufrimiento. Soy dura, tenaz, decidida, tozuda, firme. Y estoy segurísima de que seré sumamente feliz si me quedo virgen para siempre. Igual que sería feliz si me meto a puta realenga. De todos modos seré una virgen bien realenga.
Por ahora todo va bien, dijo el pollo entrando al horno…